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Así fue el duro discurso de entrega del Premio Nobel de Paz a María Corina Machado: piden renuncia a Maduro
El presidente del Comité Noruego del Nobel, Jørgen Watne Frydnes, pronunció uno de los discursos más contundentes de los últimos años.
La mañana de este miércoles, el Ayuntamiento de Oslo ofrecía su habitual imagen solemne: vitrales encendidos por la luz invernal, la familia real noruega en primera fila y una audiencia de diplomáticos, activistas y dirigentes políticos siguiendo cada palabra desde el silencio. Pero la atmósfera tenía un peso distinto.
La homenajeada, la venezolana María Corina Machado, Nobel de Paz 2025, no estaba en el recinto. Su silla vacía, reservada en la primera fila, condensaba el motivo de fondo del premio: una lucha por la democracia bajo una dictadura que le impide moverse con libertad y que convierte un viaje a recibir un galardón en una operación de alto riesgo.
En ese contexto tomó la palabra Jørgen Watne Frydnes, el presidente del Comité Noruego del Nobel, para pronunciar el discurso de entrega.
Su texto, difundido en español, noruego e inglés por la Fundación Nobel, fue mucho más que una fórmula protocolaria: se convirtió en un acta pública de acusación contra el régimen de Nicolás Maduro al que le pidió la renuncia y solicitó hacer la transición a un Estado democrático como herramienta imprescindible para la paz.
Desde el inicio, Frydnes eligió contar la tragedia venezolana a través de nombres y rostros concretos. Evocó el caso de Samantha Sofía Hernández, una adolescente de 16 años secuestrada semanas antes por hombres encapuchados de los cuerpos de seguridad de Maduro, arrancada de la casa de sus abuelos y desaparecida en un centro de detención cuya ubicación se desconoce.
El “delito” de la familia, relató, fue que el hermano de la joven, soldado, se había negado a cumplir órdenes para cometer abusos contra la población.
A continuación recordó a Juan Requesens, dirigente opositor detenido en 2018, exhibido en un video humillante, en ropa interior y en evidente estado de vulnerabilidad, tras una supuesta confesión de complot para un golpe de Estado.
Sin pruebas consistentes, explicó Frydnes, su verdadero “crimen” fue haberse plantado en la Asamblea Nacional para repetir una promesa sencilla: negarse a rendirse ante la arbitrariedad.
Otro nombre marcó el tono del discurso: Alfredo Díaz, opositor y exalcalde, detenido en noviembre y llevado a la cárcel de El Helicoide, descrita en el texto como uno de los centros de tortura más temidos de América Latina.
Esta misma semana, recordó el presidente del Comité, se conoció la noticia de su muerte en detención, una vida más perdida y una víctima más atribuida al régimen.
“Esta es la Venezuela de hoy”, resumió, al describir cómo el Estado somete a sus ciudadanos, desde estudiantes hasta dirigentes políticos, por el simple hecho de creer que la verdad se puede pronunciar en voz alta.
Frydnes se detuvo luego en el impacto de la represión sobre los menores de edad. Citó informes de Naciones Unidas sobre más de 200 niños y adolescentes detenidos después de las elecciones de 2024 y relató, en forma de inventario crudo, las prácticas documentadas: bolsas plásticas apretadas sobre sus cabezas, descargas eléctricas en zonas íntimas, golpes tan fuertes que respirar dolía, celdas heladas, agua contaminada, gritos que nadie acudió a callar.
Mencionó el caso de un joven de 16 años que volvió a su casa incapaz de abrazar a su madre por el dolor, sobresaltado durante meses ante cualquier ruido.
“Mientras estamos aquí sentados en el Ayuntamiento de Oslo, hay personas inocentes encerradas en celdas oscuras en Venezuela”, subrayó, contraponiendo el escenario del acto en Noruega con la oscuridad literal y simbólica de las prisiones venezolanas.
El mensaje era claro: el Nobel de la Paz se entregaba bajo la conciencia de que, al mismo tiempo, opositores y activistas escuchaban no discursos, sino gritos de tortura.
Luego, Frydnes trazó un cuadro más amplio de la crisis venezolana. Describió el país como un Estado brutal y autoritario sumido en una emergencia humanitaria y económica profunda, donde una élite pequeña, protegida por armas y por la impunidad, se enriquece mientras la mayoría se hunde en la escasez.
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Señaló cómo, a la sombra de esa crisis, miles de mujeres y niños terminan en redes de prostitución y trata, y cómo una cuarta parte de la población ha huido del país, configurando una de las mayores crisis de refugiados del mundo.
El presidente del Comité no situó a Venezuela en una excepción aislada, sino en una tendencia global. Explicó que los regímenes autoritarios se consolidan y que las democracias retroceden, incluso en países con larga tradición democrática.
Subrayó que estas autocracias aprenden unas de otras, comparten tecnología de vigilancia, propaganda y mecanismos de supervivencia económica.
Citó expresamente a Cuba, Rusia, Irán, China y Hezbolá como soportes internacionales del régimen de Maduro, facilitando armamento, sistemas de monitoreo y canales financieros que lo vuelven más resistente y más violento.
Frente a ese panorama, Frydnes cambió el foco hacia quienes “se niegan a rendirse”: los venezolanos que mantienen encendida la llama de la democracia.
En la sala de Oslo, recordó, estaban presentes el presidente electo Edmundo González Urrutia —a quien la oposición y observadores internacionales reconocen como ganador de los comicios controvertidos—, académicos, poetas, enfermeras, activistas, dirigentes de base y la propia María Corina Machado, aunque obligada a mantener un perfil bajo y a viajar bajo riesgo.
Todos simbolizaban, a su juicio, que la democracia es más que una forma de gobierno: es la base de una paz duradera.
Frydnes reprochó al mundo su actitud frente a la tragedia venezolana. Dijo que, cuando los venezolanos pidieron atención mientras perdían derechos, alimentos, salud, seguridad y futuro, buena parte de la comunidad internacional se aferró a narrativas ideológicas: algunos siguieron viendo al país como una utopía igualitaria, otros como un simple tablero de confrontación geopolítica.
En todos los casos, señaló, hubo una “traición moral” hacia quienes viven bajo el régimen y reclaman libertad.
El discurso también abordó las críticas externas a la oposición venezolana por sus alianzas y decisiones tácticas.
Frydnes advirtió contra la tendencia a exigir a los líderes democráticos una pureza moral irrealista mientras se ignoran los dilemas que enfrentan bajo una dictadura.
Recordó que movimientos como los encabezados por Nelson Mandela o Lech Wałęsa debieron negociar, asumir riesgos y tomar decisiones complejas en contextos hostiles, y subrayó que no se puede pedir a los opositores venezolanos que operen en condiciones ideales que no existen.
Sobre esa base, el presidente del Comité pasó al núcleo conceptual de su argumento: la relación entre democracia y paz.
Retomando una idea que ya había expresado al anunciar el premio, insistió en que la democracia es condición previa para una paz duradera, no porque sea perfecta, sino porque crea “válvulas de seguridad”: prensa libre, división de poderes, justicia independiente, sociedad civil organizada y elecciones que permiten cambiar de gobierno sin recurrir a la violencia.
En los sistemas autoritarios, advirtió, la lealtad reemplaza a la realidad, las decisiones se toman en la oscuridad y las guerras se vuelven más probables y más devastadoras para la población.
Frydnes contrastó la narrativa del chavismo —que se presenta como garante de la paz— con los hechos que expuso: tortura, persecución, amenazas de invasión a un país vecino y una inestabilidad que desborda fronteras.
Una paz basada en miedo, silencio y tormento, afirmó, no es paz sino sumisión disfrazada de estabilidad. El origen de la violencia, insistió, no está en los activistas democráticos, sino en quienes se niegan a soltar el poder y reprimen las demandas de cambio.
Una parte central del discurso se dedicó directamente a la trayectoria de María Corina Machado. Frydnes recordó que, desde la creación de la organización Súmate hace más de veinte años, la ahora Nobel de Paz ha defendido elecciones libres y justas, la independencia judicial, los derechos humanos y la representación popular.
La presentó como una de las figuras más notables de valentía civil en América Latina en tiempos recientes, en línea con la formulación oficial del Comité al anunciar el premio.
El presidente del Comité destacó el papel de Machado en las elecciones presidenciales de 2024: candidata de la oposición, voz unificadora de la esperanza y, luego, pieza clave para mantener cohesionado al movimiento cuando el régimen bloqueó su participación.
Al respaldar a Edmundo González Urrutia y sostener la exigencia de elecciones libres, dijo, la oposición construyó un terreno común que definió como el corazón de la democracia: defender las reglas del juego democrático incluso cuando hay diferencias profundas en materia de políticas.
Frydnes se detuvo en la movilización ciudadana que acompañó aquel proceso electoral, que describió como una de las más amplias que se han visto en el mundo.
Cientos de miles de voluntarios se formaron como observadores, vigilaron mesas de votación, documentaron el escrutinio con fotografías y copias de actas y usaron herramientas tecnológicas para resguardar y difundir resultados, incluso arriesgando la vida.
Esa tarea permitió que la oposición divulgara un conteo paralelo que, según resaltó, mostraba una victoria clara frente a los resultados oficiales que mantuvieron a Maduro en el poder.
Tras recordar que Machado lleva meses en la clandestinidad dentro de Venezuela, Frydnes enunció la fórmula central del reconocimiento: recibe el Premio Nobel de la Paz 2025 por su labor incansable en la promoción de los derechos democráticos del pueblo venezolano y por su lucha por una transición pacífica y justa de la dictadura a la democracia. Una cita casi literal de la motivación oficial del Comité.
En los tramos finales, el presidente del Comité describió cómo la oposición venezolana ha usado “todas las herramientas de la democracia” en su campaña: desde boicots electorales cuando el sistema estaba completamente viciado, hasta la participación cuando se abrían resquicios; desde el diálogo —que Machado acepta solo cuando no es una simulación para ganar tiempo— hasta la organización territorial, la movilización pacífica y la documentación sistemática de abusos. Recalcó que apoyar ese desarrollo democrático equivale a apoyar la paz.
El cierre del discurso fue una síntesis del mensaje político de la jornada. Frydnes recordó que la democracia no es un lujo ni un adorno, sino un trabajo arduo, una negociación constante y una obligación viva. Afirmó que los instrumentos de la democracia —elecciones, justicia independiente, libertad de expresión— son también instrumentos de la paz y que cuando la ciudadanía se niega a renunciar a la democracia, se niega al mismo tiempo a renunciar a la paz.
En ese punto, presentó a María Corina Machado como alguien que encarna esa convicción, tanto por su trayectoria personal como por el costo personal que ha asumido.
Al terminar la intervención de Frydnes, el aplauso en el Ayuntamiento de Oslo no solo respondía al protocolo de una ceremonia centenaria.
Era la reacción a un discurso que había combinado datos de organismos internacionales, testimonios de víctimas, nombres propios y una tesis política nítida: Venezuela, con su lucha por recuperar la democracia frente a un régimen autoritario, se ha convertido en un espejo incómodo para el mundo.
Y el Nobel de la Paz a María Corina Machado, tal como lo formuló el presidente del Comité, es tanto un reconocimiento a esa resistencia como un llamado de atención a los gobiernos y sociedades que, durante años, prefirieron mirar hacia otro lado.
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