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María José Pizarro oficializa su precandidatura a la presidencia de Colombia: esta es su historia de vida
La actual senadora es una de las políticas más cercanas al presidente Gustavo Petro.

La senadora del Pacto Histórico María José Pizarro, oficializó en las últimas horas su aspiración a la presidencia de la República. Lo hizo a través de un mensaje en su cuenta de la red social X.
“Colombia, hoy doy un paso al frente por nuestro futuro!
Con el corazón lleno de ilusión, alegría y la firme convicción de que estamos en el camino correcto, hoy presento mi precandidatura a la Presidencia de la República por el @PactoCol.
No es una decisión personal, es un compromiso con ustedes. Mi propósito es cuidar y darle continuidad a este proyecto político que ha nacido de la esperanza, de las luchas del pueblo colombiano, de las calles, de los territorios.
Les invito a sumarse a esta campaña, no para seguir a una persona, sino para escribir el próximo capítulo de nuestra historia. Y quiero hacerlo con ustedes: sus ideas, sus afectos, su fuerza y su compromiso con esta causa colectiva: vida digna, oportunidades reales y derechos efectivos para nuestra gente.
Acompáñenme en el evento de lanzamiento de mi precandidatura presidencial.
📍Lunes 4 de agosto en el Teatro Panorama, Bogotá. Y través de la transmisión en vivo por redes.
#PizarroSí, el cambio que continúa”, informó Pizarro en su mensaje.
Su historia
María José Pizarro Rodríguez ha construido su carrera política y social sobre los escombros de la violencia que marcó su historia familiar. Hija del comandante del M-19, Carlos Pizarro Leongómez, asesinado en 1990 tras firmar la paz y convertirse en candidato presidencial, María José encarna el tránsito entre el dolor privado y la búsqueda de una transformación pública.
Artista plástica de formación, activista por los derechos humanos y hoy senadora de la República, nació el 21 de enero de 1978 en Bogotá. Su niñez estuvo marcada por los riesgos derivados de la militancia política de su padre y por la violencia política de los años ochenta en Colombia.

En 1984, con tan solo seis años, fue enviada con su madre a Madrid, España, en condición de exiliada.
Durante más de una década vivió lejos de su tierra natal, entre Europa y Venezuela, mientras en Colombia su padre se convertía en una figura central del proceso de paz del M-19 y, más tarde, en símbolo trágico de un país que no ha sabido proteger a quienes se atreven a cambiarlo.
El asesinato de Carlos Pizarro, ocurrido el 26 de abril de 1990 en un avión de Avianca mientras hacía campaña presidencial, marcó de forma indeleble el rumbo de la vida de María José.
Tenía apenas 12 años.
Años más tarde confesaría que su adolescencia transcurrió entre la rabia, el dolor y una búsqueda incesante de sentido, que encontró parcialmente en el arte como medio de expresión y en el activismo por la memoria como una forma de resistencia.
Formación artística y activismo
En Europa se formó como artista plástica en la Universidad de los Andes y luego profundizó en temas de gestión cultural, artes visuales y memoria histórica.
Su trabajo artístico ha estado profundamente atravesado por lo político, especialmente por la necesidad de reconstruir la historia de su padre y de los procesos sociales truncados por la violencia.
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A través de exposiciones, instalaciones y performances, abordó el duelo, la identidad, el conflicto armado y los derechos humanos.
Durante más de una década, María José lideró acciones de memoria desde espacios ciudadanos, colectivos de víctimas y organizaciones culturales.
Fue parte del movimiento que buscó el esclarecimiento del magnicidio de Carlos Pizarro, cuyo caso fue reabierto por la Fiscalía y posteriormente reconocido por el Estado como crimen de lesa humanidad en medio de presiones internacionales y acciones judiciales promovidas por su familia.
En ese camino también trabajó por el esclarecimiento de otros magnicidios, como los de Bernardo Jaramillo y Luis Carlos Galán.
En paralelo, fue asesora en temas de víctimas y procesos de paz para varias entidades, incluida la Alta Consejería para los Derechos de las Víctimas, la Paz y la Reconciliación, y participó activamente en las movilizaciones ciudadanas por la paz durante los diálogos con las FARC.
Salto a la política: de la memoria al Congreso
Su llegada al Congreso se dio en 2018, como cabeza de lista de la coalición Decentes, respaldada por movimientos alternativos y progresistas como Colombia Humana y el Polo Democrático.
Obtuvo más de 80.000 votos y se convirtió en una de las voces más visibles del nuevo progresismo en Colombia.
Desde el Congreso ha defendido los derechos de las mujeres, de los pueblos étnicos, de los jóvenes y de las víctimas del conflicto armado. Fue ponente de leyes clave como el Estatuto de Oposición, el proyecto de Ley de Víctimas en el exterior y ha liderado debates sobre feminicidio, paz territorial y garantías para los firmantes del Acuerdo de Paz.

En 2022 fue reelegida como senadora por el Pacto Histórico y alcanzó uno de los mayores respaldos dentro de la lista.
Su cercanía con el presidente Gustavo Petro, compañero político de su padre en el M-19, la ha posicionado como una de las figuras más relevantes dentro de la bancada oficialista.
Durante el acto de posesión presidencial de Petro, fue la encargada de colocarle la banda presidencial, en un gesto simbólico que unió las luchas de generaciones y marcó el cierre de un ciclo histórico: el de los hijos del conflicto accediendo al poder por la vía democrática.
Retos y críticas
María José Pizarro ha recibido críticas desde sectores conservadores que cuestionan su estilo frontal y su posición ideológica.
Su postura crítica frente a la continuidad del modelo económico, su respaldo a la reforma agraria y su defensa de la paz total le han valido tanto apoyo como ataques.
No obstante, ha sostenido una posición firme en defensa del diálogo como herramienta central de transformación política.
En medio de las tensiones que ha atravesado el gobierno Petro, ha mantenido un discurso de unidad dentro del bloque progresista, sin dejar de señalar errores o lentitudes en la implementación de las reformas sociales.
Su papel en la Comisión de Paz y en la Comisión Legal de Derechos Humanos ha sido clave para visibilizar casos de violencia estatal, denuncias de desaparición forzada y crisis humanitarias en regiones como el Catatumbo, el Cauca y el Bajo Cauca antioqueño.
En entrevistas ha insistido en que su vocación política es más ética que electoral, y que su presencia en el Congreso es una prolongación de las causas que abrazó desde el activismo social.
Ha dicho que el legado de su padre no es solo una herencia trágica, sino un compromiso con la construcción de un país en el que las ideas no se paguen con la vida.
María José Pizarro representa una de las caras más visibles de una generación que creció bajo las secuelas del conflicto armado, pero que decidió no perpetuar el ciclo de venganza, sino transformar ese dolor en propuestas políticas.
Ahora asume un nuevo reto, en el contexto de una izquierda dividida, con múltiples candidatos, todos con aspiraciones de suceder al presidente Gustavo Petro.
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