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La historia de Miguel Uribe Turbay, el senador víctima de un atentado en Bogotá
Desde su nacimiento hace 39 años, una vida marcada por el poder, el dolor de la guerra contra el narcotráfico y la tradición de una familia presidencial.

El 7 de junio de 2025, Miguel Uribe Turbay se encontraba en plena actividad proselitista, en un mitin abierto en el occidente de Bogotá, cuando fue blanco de un atentado sicarial que lo dejó al borde de la muerte.
El ataque, perpetrado por un menor de edad, reavivó el debate sobre la violencia política en Colombia y puso en el centro del escenario a una figura que, aunque joven, ha estado marcada desde su nacimiento por el poder, el dolor de la guerra contra el narcotráfico y la tradición de una familia presidencial.
Hijo de la periodista Diana Turbay, asesinada en 1991 durante un intento fallido de rescate militar mientras permanecía secuestrada por el cartel de Medellín, y del político liberal Miguel Uribe Londoño, Miguel creció bajo el peso de una historia que nunca ha dejado de acompañarlo.
Su abuelo materno fue Julio César Turbay Ayala, presidente de la República entre 1978 y 1982, una figura central del liberalismo colombiano del siglo XX.
Nacido en Bogotá el 28 de enero de 1986, su infancia estuvo marcada por la ausencia de su madre, cuyo secuestro y muerte lo convirtieron, simbólicamente, en un testimonio vivo del conflicto colombiano.
Educado en el prestigioso Colegio Los Nogales, posteriormente estudió Derecho en la Universidad de los Andes, donde también cursó una maestría en Políticas Públicas.
En su ruta académica, además, se graduó de una segunda maestría en Administración Pública en la Universidad de Harvard, donde amplió su visión de Estado, administración y políticas públicas.
Su ingreso a la vida política formal se dio en 2011, cuando fue elegido concejal de Bogotá por el Partido Liberal. Desde esa curul construyó una carrera de oposición al entonces alcalde Gustavo Petro, con quien años más tarde protagonizaría una rivalidad política directa.
Su desempeño como concejal fue reconocido por sus colegas del cabildo distrital, que lo eligieron presidente del Concejo en 2014, calificándolo como figura revelación.
Con la llegada de Enrique Peñalosa a la Alcaldía Mayor en 2016, Uribe fue designado secretario de Gobierno.
A sus 30 años, se convirtió en el funcionario más joven en ocupar esa cartera en la historia reciente de la capital.
Durante su paso por el gabinete distrital, tuvo bajo su responsabilidad la coordinación de la seguridad ciudadana, las relaciones con las localidades y el seguimiento a las decisiones del Concejo.
Su gestión no estuvo exenta de controversias: enfrentó críticas por un concepto jurídico emitido en el caso de Rosa Elvira Cely, que fue calificado como revictimizante.
Aunque Uribe negó haber avalado ese documento, la polémica dejó una marca en su gestión.
En octubre de 2018, renunció a su cargo para lanzarse a la Alcaldía de Bogotá. Reunió firmas con el movimiento ciudadano “Avancemos” y logró el respaldo de una coalición que incluía al Partido Liberal, al Partido Conservador, a MIRA y al Centro Democrático.
En las elecciones de 2019 obtuvo más de 426 mil votos, ubicándose en el cuarto lugar. El resultado le sirvió para consolidar una base política propia y proyectarse hacia el ámbito nacional.
Fue así como en 2022 encabezó la lista al Senado por el Centro Democrático, el partido fundado por el expresidente Álvaro Uribe Vélez.
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La apuesta resultó exitosa: Miguel Uribe se convirtió en el senador más votado del país, con una campaña centrada en la seguridad, el fortalecimiento de las instituciones y la defensa de la libertad económica.
Desde su escaño ha mantenido un tono de oposición firme al gobierno del presidente Gustavo Petro, al que acusa de erosionar la institucionalidad, despreciar la legalidad y fomentar discursos de confrontación.
En 2025 oficializó su precandidatura presidencial, sumándose a la disputa interna del uribismo junto a figuras como María Fernanda Cabal, Paloma Valencia y Paola Holguín.
Su discurso ha girado en torno a la defensa del orden, el combate a la criminalidad y el fortalecimiento del aparato judicial.
La narrativa que ha construido se ancla en su historia personal: la de un hijo que perdió a su madre por el narcoterrorismo y que, desde entonces, ha enfocado su vida a prevenir que otros repitan esa tragedia.
El atentado del 7 de junio de 2025 ocurrió en medio de ese contexto político. En un acto público realizado en el barrio Modelia, fue interceptado por un joven armado que, según las autoridades, tenía apenas 15 años.
Dos disparos, uno en la cabeza y otro en la pierna, pusieron en riesgo su vida y generaron un rechazo generalizado, tanto en Colombia como en la comunidad internacional.
Líderes de distintos sectores condenaron el hecho y exigieron garantías para todos los actores políticos.
Miguel Uribe fue trasladado a la Clínica Fundación Santa Fe, donde fue intervenido quirúrgicamente por el neurocirujano Fernando Hakim.
Aunque el pronóstico inicial fue reservado, su esposa, María Claudia Tarazona, con quien contrajo matrimonio en 2016, informó horas después que la cirugía había sido exitosa y que se encontraba en cuidados intensivos.
La pareja tiene un hijo, Alejandro, nacido en 2020. No obstante, los tres reportes médicos que ha expedido la Fundación Santa Fe, han sido poco alentadores.
En la mañana de este lunes el más reciente comunicado oficial sobre el estado de salud del precandidato presidencial.
En el nuevo parte, fechado a las 6:35 a. m. del lunes 9 de junio, se informa que el paciente continúa en estado crítico, con una escasa respuesta a las intervenciones y manejos médicos realizados hasta el momento, pese a que ha recibido atención especializada de forma inmediata desde su ingreso a urgencias.
“Su situación reviste la máxima gravedad. Por lo tanto, el pronóstico continúa siendo de carácter reservado”, señala el documento firmado por el doctor Adolfo Llinás Volpe, director médico de la Fundación Santa Fe.
Desde la noche del 7 de junio, cuando Miguel Uribe fue trasladado en estado crítico a la Fundación Santa Fe tras recibir dos disparos —uno en el cráneo y otro en el muslo izquierdo—, la institución ha emitido tres comunicados:
En el primero, divulgado el sábado a las 9:55 p. m., se informó que Uribe había ingresado a urgencias en estado crítico y estaba siendo atendido por múltiples especialidades.
El segundo comunicado, fechado el domingo 8 de junio a las 9:20 a. m., confirmó que el paciente fue llevado a cirugía de manera inmediata, tanto por la lesión neuroquirúrgica como por la herida en el muslo.
Posteriormente fue ingresado a unidad de cuidados intensivos (UCI), con un estado descrito como de “máxima gravedad” y pronóstico reservado.
El tercero, publicado este lunes, mantiene el diagnóstico de estado crítico y advierte que no ha habido una evolución significativa a pesar de las intervenciones quirúrgicas y médicas implementadas.
La recuperación del senador podría definir no solo su futuro personal, sino también el rumbo de una campaña presidencial que apenas comienza y que ya está marcada por la violencia.
Más allá del desenlace clínico, el atentado ha reavivado el debate sobre la utilización de menores por redes del crimen organizado, el funcionamiento del sistema de responsabilidad penal juvenil y la fragilidad del orden democrático frente al uso de la violencia como herramienta política.
Miguel Uribe Turbay representa una convergencia inusual en la política colombiana: un apellido ligado al liberalismo tradicional, una carrera forjada en la oposición conservadora, una narrativa personal marcada por el conflicto y una aspiración de liderazgo en medio de uno de los momentos más polarizados de la historia reciente del país.
Su historia, aún en curso, es testimonio de un país donde el poder, la memoria y la violencia se cruzan en cada esquina del debate público.
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