En el pabellón 12 del Complejo Carcelario y Penitenciario Metropolitano de Bogotá, La Picota, pasa sus días el exfutbolista, Jhon Eduis Viáfara Mina. Allí, junto a 271 internos espera un nuevo llamado de la justicia de Estados Unidos para su extradición. Sus condiciones de supervivencia en el penal son muy difíciles. Está en uno de los pabellones más estrictos del país. Su primera imagen al interior de la prisión muestra su repentino cambio de vida. De reconocido futbolista profesional a señalado traficante de drogas.
Su primer día en el penal no fue nada fácil. Luego que fuera capturado el pasado 20 de marzo por agentes de la Fiscalía, la Dijín de la Policía y la Interpol, empezó una dura transición personal. Fue trasladado por las autoridades y presentado públicamente como presunto integrante de una red trasnacional vinculada al Clan del Golfo.
Junto con otros cuatro capturados, fue informado que la Corte para el Distrito Este de Texas lo requiere en extradición por tráfico de narcóticos. En concreto, la justicia de Estados Unidos, lo notificó de que entre 2008 y 2018 se asoció con una organización criminal para promover el tráfico de cocaína mediante la utilización de lanchas rápidas, semisumergibles y otras embarcaciones que salían desde el Pacífico colombiano hacia Centroamérica con destino final a los consumidores estadounidenses.
Una vez fue advertido de esta situación, llegó a la cárcel La Picota. La conmoción que le causó al conocer su nueva condición y algunos detalles de cómo lo venían investigando las autoridades, impactó su salud. En el momento de hacer la reseña, procedimiento que se efectúa con los privados de la libertad cuando ingresan a prisión, Jhon Viáfara ya tenía en su cuerpo puesto un cuello ortopédico. Por esta razón, su primera imagen como interno de La Picota, lo muestra en esa condición.
Pero vinieron más hechos difíciles para el exfutbolista. La Agencia de Periodismo Investigativo, API, accedió a documentos que muestran la actual condición de Viáfara. De igual forma, algunos servidores del Inpec y compañeros de patio, detallaron lo que está pasando.
Luego de la reseña, el exdeportista ingresó a un lugar conocido como celdas primarias. Es decir, una dependencia de la prisión, asignada a los internos que ingresan al penal, a la espera de la clasificación de patio de acuerdo con el perfil y al delito.
En esta sección de la cárcel, Viáfara compartió con otros procesados por narcotráfico, miembros de bandas criminales, delincuentes de alta peligrosidad, sindicados por homicidio, señalados por delitos sexuales y funcionarios públicos procesados por corrupción, todo un infierno.
Después de compartir con estos perfiles, por fin, a Viáfara le fue asignado un lugar en La Picota. Llegó al pabellón 12, bloque B, piso 2, celda 7, cama 5. En esta área de la cárcel conocido como Pas B, también está, entre otros, el exjefe guerrillero de las Farc, 'Jesús Santrich', quien aunque está en un compartimiento especial y no interactúa con los demás internos, está asignado a este pabellón.
Este sitio de reclusión en donde Viáfara pasa sus días tiene una historia dramática que hace que las condiciones de quienes están allí, representen una supervivencia diaria. La Picota es una de las cárceles más vetustas del país, cumplió 73 años de construida. Por eso, a finales del gobierno Uribe hizo parte de un grupo de 10 penales de alta seguridad que se construyeron en su administración. En ese penal se amplió su capacidad y se adicionó un nuevo edificio que ante la vista de la gente de la localidad de Usme, al sur de Bogotá, parece un conjunto de apartamentos.
No obstante, la intención del Ejecutivo, de reforzar esta prisión, la obra quedó con serios problemas en la construcción que pasaron desapercibidos, entre otros asuntos, porque la interventoría de la obra, la hizo el polémico grupo Nule, cuyos integrantes, por otros hechos, terminaron en esa prisión. Por eso, es frecuente problemas de intermitencia en el agua potable y de inundación del alcantarillado.
Así las cosas, lo que encontró Jhon Viáfara, es el reflejo de lo que sucede en el sistema penitenciario del país. La celda que le fue asignada tiene un área de 3x4 metros que se construyó para dos internos, pero que comparte con otros cinco. Es uno de los regímenes disciplinarios más estrictos del país.
Tiene un camarote de madera, en donde, por su estatura, 1.85 metros de altura, le genera dificultades para dormir. No tiene derecho a aparatos electrónicos, celulares, radio o televisión. Al interior de la celda, hay un sanitario descubierto, que comparte con sus cinco compañeros. Por ser un régimen de alta seguridad, hasta sus necesidades fisiológicas son públicas. Sus objetos personales, por reglamento son dos camisetas blancas, una toalla mediana, un jean azul, ya que por seguridad no son permitidas las prendas oscuras, un juego de sabanas blancas, zapatos sin hebillas o deportivos, así como elementos de aseo restringidos.
Estos elementos de aseo son controlados. Hay dos maneras de obtenerlos, comprarlos en la caseta del patio que tiene una reducida oferta. A Jhon Viáfara, como a todos los internos le fue asignado un TD, es decir, un número de identificación del sistema de prisiones. Si quiere adquirir, por la vía reglamentaria, elementos de aseo o algunos alimentos no preparados, sus familiares o amigos deben consignarle en el Banco Popular, a ese TD, como máximo, un salario mensual, para cubrir sus necesidades básicas en el penal.
En el caso de no tener recursos en la cuenta, los familiares del exfutbolista, le enviaron los elementos de aseo que constan de dos rollos de papel higiénico, un jabón de baño, un jabón de lavar blanco, un cepillo de dientes y la crema dental debe ir envasada en una bolsa plástica transparente, extraída de su envase original.
Un exdirector de prisión, comentó al respecto del régimen de este pabellón, “En La Picota, lo importante es el patio, está en alta seguridad, que tiene muchas restricciones y por su doble condición, de ser considerado un interno perfil uno y además pedido en extradición, está a órdenes del director nacional del Inpec y no del director de la cárcel”.
Por su ubicación, el pabellón es frío. El día para Jhon Viáfara comienza hacia las 4:30 a.m. Las duchas son comunales, a esa hora, debe levantarse y tomar obligatoriamente un baño con agua helada. En este lugar, también debe afeitarse frente a una placa de aluminio brillante, empotrada, que sirve como espejo.
A las 6:00 a.m debe estar vestido y en la fila del patio para el conteo por parte de la guardia. “La contada se hace tres veces al día, en la mañana, en la tarde y en la noche. En el transcurso de la noche el pabellonero llama a lista discrecionalmente y verifica personalmente la permanencia del recluso dentro de la celda”, señala un funcionario del Inpec.
Uno de los procesos de adaptación más difíciles para el exfutbolista ha sido la alimentación. El desayuno se sirve a las 6:30 a.m; el almuerzo es a las 11:00 a.m y la cena está programada para las 4:00 p.m. Son alimentos, que los internos que redimen pena en el área de la cocina, llamada rancho, extraen de unas canecas plásticas azules y entregan a los reclusos que hacen fila con una fiambrera, un recipiente plástico, transparente con divisiones.
Un interno que comparte patio con Viáfara, expresó que una de las principales quejas de los internos es la comida escasa, su preparación simple por los volúmenes que se manejan y muchas veces de mala calidad.
El día del exdeportista transcurre en actividades de aseo, alimentación y caminando en el patio. Recibe el sol de manera restringida, porque el pabellón donde está ubicado es una construcción cerrada. La reja superior del patio comunal, le permite ver el cielo, pero le recuerda que está privado de la libertad. Por lo demás, el espacio que tiene para moverse junto a sus compañeros, es una cancha de microfútbol que se utiliza también para baloncesto.
Hacia las 6:00 p.m, Jhon Viáfara y después de realizarse una nueva contada, debe ir a su celda, la cual es cerrada con candado por fuera por la guardia. Adentro, el exfutbolista, permanece trece horas diarias. Tiene autorizado un reloj pequeño de mesa, algunos libros y cuadernos y un almanaque. A las 8:00 p.m debe reportarse para que los guardias constaten su presencia por tercera vez en el día. De ahí en adelante, por reglamento de la cárcel, los internos deben guardar silencio.
Así pasa sus días, Jhon Viáfara. Dejó el fútbol en el 2015, luego de su paso por equipos de Colombia y el exterior. Con títulos significativos, nunca quiso continuar ni como técnico y menos en el mundo del deporte. Se divorció de su esposa. Tiene tres hijos. A sus 40 años, tomó el camino equivocado. Hoy solo tiene el apoyo de José Viáfara y María Mina, sus padres, quienes tienen derecho a visitarlo dos veces al mes. Los bienes del exfutbolista son rastreados por la Fiscalía. Ahora, y antes de finalizar el semestre, estará en una prisión en Estados Unidos, con un régimen más severo que el que afronta actualmente.