Por Anna Josa Marrón
Corresponsal España
“Las condiciones del piso eran malísimas; hacían pagar a los drogodependientes para ir al baño, todo estaba muy sucio y lleno de jeringuillas y sangre”, explica Gerard Granados, estudiante de educación social. Él y su compañera, Judit García, tomaron la decisión de ir a vivir en un exnarcopiso del barrio del Raval de Barcelona (Cataluña, España).
El Raval
El Raval es la imagen de la multiculturalidad de Barcelona. Una suerte de Candelaria bogotana en pleno centro histórico de la capital catalana. Sus calles estrechas, con edificios llenos de balcones con ropa tendida y plantas, arman un paisaje urbano dinámico y vivo. Las callejuelas del Raval también desembocan en plazas con fuentes donde se juntan los vecinos a charlar, como una extensión más del comedor de sus casas. Aparece en todas las guías y, desde hace un par de años, también lo ha hecho en los medios de comunicación.
La existencia de los narcopisos en el barrio del Raval ha evidenciado un fenómeno que no sorprende ni por antiguo ni por evidente. Los narcotraficantes ocuparon pisos vacíos –una de las innumerables consecuencias de la crisis económica de 2008– y empezaron a vender allí la droga –cocaína y heroína, en gran medida–. “Detectamos que había muchos narcopisos que pertenecían a bancos, a grandes inmobiliarias y a fondos buitre. Todo venía de la especulación”, afirmó a la Agencia de Periodismo Investigativo (API) Ángel Cordero, miembro de Acció Raval, asociación que se constituyó a iniciativa de los vecinos para buscar solución a los 65 narcopisos que se llegaron a detectar. Después de un tira y afloje entre vecinos, Ayuntamiento de Barcelona y Policía Municipal, se ha conseguido tapiar algunos. Asimismo, los vecinos del barrio se han organizado para ocupar algunos exnarcopisos, debido al problema de acceso a vivienda que hay en la ciudad. Este verano se calcula que quedan solo unos 20 pisos tomados por narcotraficantes.
“En Barcelona siempre ha habido droga. Hay mucha permisividad en el tráfico, no se persigue a la mafia. Nosotros no queremos la policía en el barrio, sino en el puerto. No queremos que se persiga a los consumidores, queremos que se persiga a los narcotraficantes, a los capos de la mafia”, afirma Cordero.
Una mirada al pasado
España, después de la dictadura franquista (1939-1975), fue tierra de acogida para un gran número de familias de la Mafia italiana, que vieron en zonas como la costa del Sol (Málaga, Andalucía), el litoral de Galicia (en el noroeste) o la costa catalana (en el noreste), enclaves ideales para el negocio del narco. Roberto Saviano, escritor del célebre libro sobre la camorra italiana Gomorra, apuntaba en una entrevista en esta dirección: “España es la puerta europea de la cocaína desde hace 20 años. Excepto los españoles, todo el mundo sabe que España es el país donde van a vivir los jefes del narcotráfico. Madrid, Cataluña y Galicia son lugares donde el narcotráfico impera desde siempre”.
En la misma línea, Nacho Carretero, periodista del diario El País, relata en su libro Fariña que Galicia llegó a concentrar el 80% del desembarco de cocaína en Europa en los años 90. Fue en esta época cuando se llevaron a cabo las macrooperaciones policiales, en las que se descubrió, por cierto, la implicación de cargos a políticos en el blanqueo de capital proveniente del narcotráfico, como el caso del exalcalde gallego del Partido Popular, José Alfredo Bea Gondar.
Los años 70 y 80 fueron, para muchos países de Europa tiempo de expansión de enormes mercados de cannabis, heroína y anfetaminas. Luego de eso, llegaría con fuerza la cocaína en los 90. Según el último informe sobre tendencias y novedades del Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías, en la última década ha aparecido una amplia gama de sustancias psicoactivas. Asimismo, se observan cambios en el mercado asociados a la globalización y a las nuevas tecnologías.
Clubes de cannabis
Según la información de la que dispone la policía española, el mayor porcentaje de droga (cocaína) que se incauta en España proviene de Colombia –y también es la de más alta calidad–, seguida de la que llega de Bolivia, de Perú y de Brasil. En cambio, del norte de África entra mucho más cannabis que, según datos de la Organización de Naciones Unidas (ONU), sigue siendo la droga ilegal más consumida en Europa. Existe en España un fenómeno que se ha extendido aprovechando esta enorme demanda y un vacío legal.
La ley permite la existencia de asociaciones de consumo de cannabis, donde la gente mayor de edad puede hacerse socia y consumir en el interior del local, ya sea con fines terapéuticos o lúdicos. Hablando con diferentes personas consumidoras habituales de cannabis –que prefieren mantener el anonimato–, comentan que ya no es común ir a buscar al “camello”; la gente va a consumir a su asociación. Un apunte: hace años que se está debatiendo la legalización del consumo de cannabis en España; el País Vasco y Cataluña han sido tradicionalmente las comunidades que más han hecho para legalizarlo.
El teniente Sobrino, de la Unidad de la Policía Judicial de la Guardia Civil, en conversación con API, relata los factores que hacen que España sea la puerta de entrada de la droga en Europa. En primer lugar, “un entorno favorable por la lengua y la cultura con Suramérica, hecho que hace que el narco no destaque”. Además, geopolíticamente “España es el puente entre Suramérica y Europa”; con el añadido de contar con un amplio litoral y, por consiguiente, con una gran cantidad de puertos.
El desembarque
De acuerdo con los datos policiales, los puertos donde se estima que llega más droga en Europa son el de Algeciras (España), Barcelona (España) y Rotterdam (Países Bajos). Bajo el punto de vista del narcotraficante, la cuestión de los puertos es muy interesante. Pongamos un ejemplo: si hacemos la media de la cantidad de contenedores marítimos importados que se descargan al año en el Puerto de Barcelona –puerto europeo que registró un mayor crecimiento en 2017, por cierto-, en un solo día llegan más de 10.000 contenedores, según las cifras oficiales.
En este contexto, lo que hace que un puerto tenga ganancias y sea atractivo para el mercado global es la velocidad a la que opera. Para analizar las mercancías de los contenedores se requiere tiempo. La ecuación es sencilla; “los métodos de puerto son los más exitosos, porque estadísticamente hay muy poca probabilidad de control de la mercancía”, apunta el teniente Sobrino. Ante esta contradicción, el narco siempre juega con ventaja.
Según las investigaciones policiales, en puerto se utilizan dos métodos: el gancho perdido, que es un envío totalmente legítimo y legal en el que los narcotraficantes cargan droga utilizando un sello idéntico al de aduana; y el de la carga contaminada, donde se prepara todo el contenedor marítimo a consciencia para esconder la droga camuflada entre palés de plátanos o piñas. También se han dado casos de yates y de jets privados cargados de drogas ilegales.
Otro método ampliamente usado es el de las lanchas, que a través de un “buque nodriza”, transportan la droga hacia una zona del litoral que no es un puerto. Por ejemplo, según fuentes de la Aduana de Algeciras (Andalucía), cada día entran, solo en esta zona, de 10 a 12 toneladas de hachís. Al tener una trayectoria lineal se pueden detectar fácilmente con los radares, pero la velocidad a la que operan le dificulta a la policía llegar a tiempo.
Según el testimonio entregado a API –en anónimo, por seguridad– por un jefe de máquinas de un patrullero de Aduanas en Algeciras, un punto muy caliente de narcotráfico y contrabando del sur de España, “un piloto con una lancha se puede sacar de €60.000 a €90.000 (de 210 a 314 millones de pesos colombianos) por un solo viaje. Y cada noche se puede hacer más de uno”, cuenta. “La sensación es de total impunidad para los narcos”, sigue.
Existen otros métodos de transporte al por menor, como las mulas, que pueden llevar de 600g a 1kg de droga dentro del organismo, con el riesgo que conlleva para la vida de quien la transporta. Sin ir tan lejos, el pasado 28 de agosto murió una mujer en la estación de Sants (Barcelona), al reventar uno de los envoltorios de droga que transportaba en el estómago. También se oculta en equipajes, como puede ser en maletas de doble fondo o en una botella de vino que en realidad contiene cocaína líquida. Además, también se han registrado casos de droga oculta en objetos que se envían a través de paquetería postal; por ejemplo, en un libro aparentemente común, que tiene las páginas impregnadas de cocaína. Técnicas de envío que los narcotraficantes colombianos utilizaron hace más de dos décadas y que hoy continúan vigentes.
“Nunca hay suficientes recursos para luchar contra el crimen organizado”, afirma el teniente de la Policía Judicial. Según los últimos datos del Ministerio del Interior sobre infracciones penales registradas en el estado de enero a junio de este año, se cuentan 6.905, casi 7 % más que en el mismo período del año pasado. “Esto se puede explicar por una mejor actuación policial o por una cantidad mayor de narcotráfico… Más droga circulando, más droga incautada”, zanja.
Colombia y la conexión ibérica
“De Colombia siempre ha llegado cocaína y va a seguir llegando”, bajo el punto de vista del teniente Sobrino. Muestra de ello es que la producción mundial de cocaína alcanzó en 2016 el nivel más alto jamás reportado, según el Informe Mundial de Drogas de la ONU de 2018. En este se advierte de la “expansión potencial de los mercados de la droga, con la producción de opio y cocaína manufacturada al mayor nivel jamás registrado”.
En el caso de Colombia, la Organización de Naciones Unidas señala que del año 2000 al 2013,la producción de hoja de coca cayó a la mitad por diferentes motivos: cambios en la dinámica de mercados, las estrategias de los narcotraficantes y las expectativas de las comunidades que cultivaban la mata de recibir compensaciones por reemplazar los cultivos de coca por otros. En el otro lado del Atlántico, el valor mínimo del mercado minorista de cocaína en la Unión Europea se estimaba en 5.700 millones de euros (20 billones de pesos colombianos) en 2013.
Y el problema del cultivo de matas sigue sin resolverse. Muchos testimonios de agricultores del Pacífico surcolombiano viven con preocupación por la erradicación de cultivos de uso ilícito. Hace unos meses, Edilberto Clevel, presidente del Consejo Comunitario Unión Río Rosario (Tumaco, Nariño), explicaba que la mata es un obstáculo en Tumaco; “la única forma de salir de la extrema pobreza es educándonos. Si yo tengo cómo hacer plata, ¿para qué voy a perder mi tiempo para ir a la universidad o al colegio?”, en referencia a la fumigación de los campos y a la falta de inversión en educación.
En la misma línea se expresa el miembro de Aduanas de Algeciras (España): “¿Cómo convences a una persona para que se conforme trabajando de forma honrada diez horas como camarero cobrando €1000 (3,5 millones de pesos), cuando en una sola noche puede sacar la misma cantidad o más haciendo contrabando?”. “Lo único que se puede hacer es educar a las nuevas generaciones; es iluso pensar en legalizar, porque también hay contrabando de artículos legales como el tabaco”, asegura.
Frente a este complejo escenario, el teniente Sobrino, de la Policía Judicial de la Guardia Civil, apunta hacia una perspectiva no exenta de un debate moral; “El problema del narcotráfico no es de represión, es de educación y de salud pública”. Asimismo, Ángel Cordero, de Acció Raval, también concluye que hace falta “dotar de recursos a las entidades que trabajan con personas que consumen y abrir un debate alrededor de la despenalización de las drogas”. Por el momento, la lógica que impera es la de siempre: el narco aporta más dinero que problemas.