Luego de su retorno a Colombia tras trabajar varios años en Estados Unidos y dos meses después que fuera elegido senador, Iván Duque y su esposa María Juliana Ruiz, compraron un apartamento al norte de Bogotá, en un conjunto residencial en el filo de los cerros orientales que les costó $1.170 millones.
El inmueble está ubicado en la calle 146 con carrera sexta. La pareja lo adquirió el 9 de mayo de 2014. Consta de 256 metros cuadrados, distribuidos en dos niveles y tres parqueaderos. Fue su sitio de habitación antes de ser elegido presidente en 2018.
A partir de ese momento, el amplio dispositivo de seguridad de la dignidad presidencial se hizo extensivo a la residencia privada del mandatario. Desde entonces, las 24 horas del día, se ubican soldados en el entorno. En la carrera séptima entre calles 147 y 144, custodian el sector en sentido norte y sur, soldados y policías armados hasta los dientes. Allí también rondan patrullas, agentes de inteligencia, hay decenas de cámaras y a veces un helicóptero policial.
Tampoco es permitido parquear o merodear por el sector. De hacerlo, de inmediato, los militares, agentes de policía y miembros de inteligencia, conminan o exigen documentos a quien lo intente. Las reglas son exigentes y se impide cualquier cercanía al inmueble del mandatario. Incluso, en la portería del edificio es riguroso el control, extensivo a vecinos y visitantes.
Lo evidente es que una vez asumió el cargo, el presidente Duque anunció que continuaría viviendo en su apartamento. No obstante, y como era de esperarse, sus múltiples obligaciones como mandatario y posteriormente por la pandemia, hicieron que la Casa de Nariño fuera su lugar casi obligatorio de habitación. Sin embargo, esporádicamente la primera dama, María Juliana Ruíz y sus hijos retornan a casa.
En el sector, se respira una aparente calma. La mayoría de vecinos se sentían amparados por el evidente esquema de seguridad. Lo cierto es que en la zona muchos saben que allí vive Duque y su familia, y quienes tenían alguna duda esta quedó despejada con las marchas del 21 de noviembre del año pasado. Decenas de ciudadanos se agolparon frente a la urbanización para manifestarse y hacer un cacerolazo durante tres días, protestando contra la gestión del mandatario.
No obstante, el amplio despliegue de seguridad, las cosas han venido cambiando en el sector. En las últimas semanas, con varios incidentes que tienen el lugar azotado por la delincuencia, los asaltos y la mención en el ranking como uno de las zonas más inseguras de Bogotá.
Los incidentes reportados son frecuentes. Hay subregistro de casos porque muchos ciudadanos se abstienen de denunciar. Los asaltos ahora se facilitan por el alto tráfico que tiene el sector, la reactivación y la buena condición económica de los habitantes de los barrios como Belmira, Montearroyo o Acacias Norte, entre otros. A ello se suma la prolífica actividad en las calles 140 y 147 columna comercial del sector.
Una situación que aprovechan bandas de delincuentes que, especialmente, se desplazan desde el sector de San Cristóbal Norte, La Uribe, Verbenal, El Codito y los barrios subnormales que crecen en los cerros orientales desde la calle 153 con carrera séptima hasta la calle 185 y las vías subsiguientes que conducen al municipio de Chía y la ciudad de Tunja en la denominada vía central del norte.
Algunos de los casos más recientes ratifican que ni el cuerpo de protección presidencial puede impedir la creciente inseguridad del sector. Por ejemplo, a menos de dos cuadras del apartamento de Duque, este último viernes seis asaltantes que se desplazaban en motocicletas de alto cilindraje hicieron un retén.
En la calle 144 con carrera séptima, efectuaron un asalto masivo a varios habitantes y transeúntes en el sector. Los delincuentes ubicaron sus motocicletas cerca al parque de Belmira que colinda con la concurrida Avenida Séptima.
“A cada persona que pasaba por el sitio, la iban llamando, la maltrataban, le quitaban sus pertenencias y la intimidaban para que no denunciara”, aseguró una de las víctimas del asalto. Los hechos sucedieron cuando apenas iba a oscurecer, hacia las 6pm.
En el mismo retén, a varias personas que intentaron resistir las insultaron y tiraron al piso, incluso a otras las golpearon con las armas y también fueron victimas de agresiones en sus extremidades y cuerpo, comentó otro habitante de la zona, quien de paso reclamó por la tardanza de la policía del sector.
La modalidad del retén es una de las más frecuentes en el sector. Otra que se presenta en pleno sector presidencial, en la carrera séptima con calle 140. Consiste en que los asaltantes se ubican a lado y lado de los vehículos que esperan el paso del semáforo, especialmente en el sentido norte-sur.
Como la zona se reactivó, el sitio es de alto tráfico y la duración del semáforo en verde es mínima, o se generan trancones por el cruce de la calle 140 hacia el occidente, los asaltantes unas veces en motocicletas y otras a pie, desenfundan sus armas y amenazan a los conductores, quienes no tienen más remedio que bajar los vidrios delanteros de los vehículos y entregar sus pertenencias.
No muy lejos de allí, en las mismas calles pero sobre la Avenida Novena, el esquema es directo también. Los delincuentes se ubican a lado y lado de los conductores, forzan las puertas, abren los carros y ante el tráfico pesado de sector logran su cometido. “Lo hacen especialmente con mujeres que identifican rápidamente aprovechando el trancón”, relató una de las víctimas. De hecho, hace pocos días ante este modus operandi un motociclista arrolló a uno de los ladrones y lo dejó contuso en la vía.
A ello se suma otro caso reciente de un ciudadano cuando intentaba ingresar a su residencia en el sector. Apareció un hombre con gorra y una pistola, lo amenazó para que entregara un dinero que acaba de sacar del banco, cinco millones de pesos. Se negó, pero de inmediato disparó, destruyendo el vidrio y se llevó el dinero, ante la mirada atónita del conductor del vehículo, el vigilante y algunos vecinos.
Todos los casos registrados en menos de una semana. Un contexto, que demuestra porque ni con la seguridad presidencial en el sector, se evitan los continuos incidentes, especialmente hurtos a personas en diversas modalidades.
Según las cifras de la Secretaría de Seguridad de Bogotá al mes de septiembre de este año, el hurto de personas en la capital disminuyó en un 37%, llegando a 58.811 casos. Cifra considerable en cuanto a robo de celulares que fue de 33.805. Así como el hurto al comercio en 8.264 establecimientos.
Pese a la situación de Usaquén, las gestiones de la Alcaldía Mayor han estado focalizadas en las últimas semanas en reconstruir y entregar los CAI vandalizados en protestas por la muerte del abogado Javier Ordóñez, en capturar a los asaltantes de bicicletas, y priorizar acciones en los sectores de San Victorino, Niza, Prado Veraniego, Usme, SantaFe, Kennedy y Ciudad Bolívar, así como en varias estaciones de TransMilenio.
Entre tanto, el entorno de la inseguridad en Usaquén sigue inquietando. Las cifras de la policía local, el Observatorio de Seguridad y la Cámara de Comercio de Bogotá coinciden en que entre enero y octubre de este año los asesinatos se incrementaron en un 61%, con 42 homicidios, 16 más frente al mismo periodo del año anterior. Un comportamiento creciente que no se registró en ninguna otra localidad de la capital.
Para ese mismo periodo, en Usaquén los hurtos fueron 4.949, cifra inferior al año anterior y se han registrado 510 robos a residencias. Hace pocas semanas llegó al sector un nuevo comandante de policía que buscará superar la situación y espera reforzar la zona con más uniformados. Es evidente que la delincuencia del sector, no le teme al Ejército, a la Policía ni a los efectivos de inteligencia que custodian el apartamento del presidente Iván Duque.