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La vida tras el asesinato de la niña Yuliana Samboní

Luego del homicidio, a su padre Juvencio no le dan trabajo en el Cauca porque se cree que son adinerados producto de una millonaria indemnización que nunca recibió. Se sostiene de 30 gallinas que les regalaron. Gobierno prometió subsidio de vivienda que no entregó. En contraste, su verdugo Rafael Uribe, tramita beneficios en prisión. Hermanos Francisco y Catalina fueron exonerados y los bienes vendidos.

Por Agencia Periodismo Investigativo |

Bolívar, Cauca

Toma un poco de aire para hablar. Agacha la cabeza. Suspira. Vuelve y suspira. Es difícil. Se mira los dedos de las manos y los mueve haciendo círculos lentos con el cable del micrófono. Sus ojos hacen sentir que es mejor no recordar, pero es imposible no hacerlo. En medio de las montañas del Cauca, allá donde el cielo está más cerca, es donde ahora pasa los días y las noches. Lejos de la ciudad, lo único que susurra es el viento.

Recodar. Recordar. Recordar.

“Uno no quisiera ni acordarse de ese día”, dice Juvencio Samboní, un campesino que nació en El Tambo, una vereda del corregimiento Los Milagros, en el municipio de Bolívar, Cauca. Para llegar desde Popayán, es necesario recorrer casi siete horas por una carretera cuyo tramo final, por la vía de El Carmen, es una verdadera trocha.

Sentado en un asiento de plástico, en medio del frío, Juvencio recuerda a su hija asesinada el 4 de diciembre del 2016. Una fecha que cambió por completo la vida de él, de su esposa y de toda su familia.

—Teníamos la esperanza de encontrarla. Era difícil buscar en una ciudad como Bogotá. Quería recuperarla lo antes posible. Y no pude lograrlo.

De nuevo baja la mirada. Toma un poco de fuerza. Respira y levanta sus ojos perdidos en los recuerdos. Hay quienes dicen que son la ventana del alma. Es cierto. Se siente el dolor, la impotencia, las ganas de regresar el tiempo. Se siente como si ese día se repitiera una y otra vez. Se siente que la vida pasa y ella no regresa. Se siente la incertidumbre, la injusticia.

Años atrás, Juvencio había tomado la decisión de emprender un viaje a la ciudad en busca de mejores oportunidades para él y los suyos. En ese momento, junto con Nelly Muñoz, su esposa, solo tenían una hija: Yuliana. Se radicaron en Bogotá, exactamente en el barrio Bosque Calderón. Juvencio llegó a trabajar como albañil y, estando allá, nació su segunda hija, Nicol. Durante el tiempo que vivieron en la capital de Colombia, había conseguido una estabilidad laboral que le permitía seguir construyendo sueños con su familia.

—Extrañaba el campo. Hay días duros y uno siempre se acuerda de su tierra. No aconsejaría a nadie a irse a la ciudad, es difícil. Pero a veces las circunstancias lo obligan a uno. El Cauca es complicado y aunque uno quiera o no quiera a veces toca salir donde a uno le parece mejor para la familia. El desempleo lo lleva a ir donde consiga trabajo.

El día aciago


La familia Samboní Muñoz estaba esperando su tercer hijo cuando la mañana del domingo 4 de diciembre de 2016 su hija mayor, Yuliana, fue raptada por un desconocido.

Toma de nuevo aire. Suspira. Cierra los ojos.

—Queríamos que nos alcanzara el día para poder encontrarla en una ciudad tan grande. Sentía mucha fatiga, mucha impotencia de no poder hacer mucho. No la encontrábamos.

 




Yuliana tenía siete años, era delgada, carismática, alegre. Cuenta su papá que le gustaba mucho estudiar y que soñaba con muchas cosas, a veces con ser enfermera, a veces con ser reina, a veces… Los sueños de la niñez son tornadizos. El día anterior a su desaparición, Yuliana había estado jugando a modelar con su hermana menor, Nicol. Le gustaba ponerse una corona de plástico plateada que su papá le había comprado para Halloween y desfilar como toda una reina.

Su paradero, en ese momento era incierto. Nadie sabía dónde estaba Yuliana. La única información era que un hombre se la había llevado en una camioneta mientras jugaba afuera de su casa con sus primos y su hermana.

Padre Juvencio Samboní


—Estaba desesperado. Lo único que se me ocurrió fue ir a los medios de comunicación para que pusieran la foto de mi hija. Estaba solo. Al principio, la policía nos ayudó a buscar. Yo quería que pusieran la foto de mi hija en todos los boletines de los periódicos. Esa foto se la había tomado la noche anterior y además, era el mismo vestido que ella tenía en el momento en que se la llevaron. 

A Yuliana se la llevó un arquitecto de una familia prestante cuyo nombre ni siquiera debería ser pronunciado.

—Uno guarda la esperanza de encontrarla viva. A las 11 de la noche nos llamó el Gaula de la Policía. Nos dieron la noticia que habían encontrado a nuestra hija, pero muerta. No quiero recordar esa fecha.

Silencio.

Al día siguiente Carlos Valdés, el entonces director de Medicina Legal, dijo que “la causa de la muerte fue asfixia mecánica, por sofocación y estrangulamiento. En el cuerpo de la menor hay evidencia que demuestra que fue objeto de abuso sexual”.

 

 

Regresar al Cauca

Levantar la mirada. Sin palabras. Sin aliento. Sin nada más qué decir. Con más preguntas que respuestas. Sin Yuliana.

El 25 de abril de 2017, el agresor, Rafael Uribe Noguera, fue condenado a 51 años y 8 meses de prisión. Meses después, el Tribunal Superior de Bogotá aumentó la pena inicial y determinó una sentencia de 58 años de cárcel por feminicidio agravado, secuestro y acceso carnal violento.

Hermanos Uribe Noguera


Luego, el 29 de junio de 2017, la Fiscalía General de la Nación acusó formalmente a los hermanos Francisco y Catalina Uribe Noguera por los delitos de encubrimiento por favorecimiento y ocultamiento, alteración o destrucción de elemento material probatorio. El 9 de agosto de 2019, un juzgado del circuito penal de Bogotá desestimó los cargos contra los hermanos Uribe.

Después de tres años, los integrantes de la familia Samboní Muñoz se encuentran inmersos en una realidad que no eligieron tener y donde cuidan una casa de un vecino de la vereda El Tambo, de nuevo en Los Milagros. Nelly Muñoz no habla, no dice nada. Su silencio es el grito más fuerte. Su dolor es latente.

Para Juvencio la vida nunca será la misma y siempre tendrá más preguntas que respuestas.

Yo no soy nadie, solo Dios sabrá cómo juzgar. Uno como padre hubiera querido que fueran hasta lo último. Esta vez me pasó el caso con mi niña. Yo estaba en pleno juicio y le decía a la justicia que si los hermanos no intentaron encubrir al hermano ¿por qué, cuando pasó el caso, mandaron a buscar a la parte más lejos, si tenían conocimiento de donde estuvo a la niña? Ellos mandaron a lo más lejos y después la niña apareció más cerquita, donde estuvo la justicia al mediodía. Es una pregunta que me hago yo y a los entes que han investigado. Ahí, como padre, uno dice que de una manera u otra intentaron encubrir. Dios sabrá.




Ahora, en un lugar recóndito, alejados de la ciudad y enfrentados a su realidad, los integrantes de la familia Samboní Muñoz intentan reconstruir su vida. Tuvieron respaldo psicosocial y Bienestar Familiar brindó un acompañamiento para garantizar la salud del niño que venía en camino.

Los apoyaron con el transporte desde su vereda hasta la capital caucana. Por otra parte, el ministerio de Agricultura les regaló 30 gallinas, unos bultos de cemento y unos 200 ladrillos para hacer un rancho para las gallinas. Ahí las tienen y cuando ponen sirven para alguna cosa. Y, continúan esperando el subsidio de vivienda que se los prometieron hace tres años.

—Regresar al Cauca, después de lo que pasó ha sido muy duro. Estamos sin nuestra hija, sin nada seguro, sin trabajo. La gente nos ha apoyado desde el momento en que pasó la tragedia, ha sido muy generosa con nosotros. La llegada de nuestro hijo, de Julián Andrés, que lleva ese nombre en honor a su hermana, fue una alegría pero también tristeza. Recibir un hijo y perder otro es muy difícil.

Juvencio Samboní


Después de todo lo sucedido, se ha desencadenado un sinfín de acontecimientos que pusieron a la familia en el vórtice mediático. Juvencio asegura que se han dicho muchas cosas que no son ciertas. Como que un señor en Popayán les iba a regalar un lote, y eso nunca pasó. Y también es mentira cuando los medios de comunicación hablan sobre la indemnización de mil millones de pesos.  Cuenta Juvencio que la gente piensa que eso es cierto y, por eso, no les dan trabajo.

—El número de teléfono lo tengo desde que me pasó el caso, lo publiqué para saber si alguien había visto a mi hija para que de pronto me avisaran por ahí. Ya van para cuatro años con el mismo número, no lo he cambiado. La familia Uribe Noguera jamás se ha intentado comunicar con nosotros. La abogada nos decía que podíamos hacer una demanda civil, pero no la hemos hecho. 

juvencio samboní


Más allá de los asuntos legales o del requerimiento de los medios de comunicación, Juvencio y Nelly se empeñan en mantener viva la memoria de Yuliana. Y así lo hacen cada día, junto con Nicol y Julián.

Van a su tumba con frecuencia, cambian el agua, las flores, la limpian. Cuenta Juvencio que Nicol dice que quiere ser como su hermanita, la extraña. Y lo que él y su esposa esperan es que Dios les dé salud y vida para poder ver crecer a sus dos niños y seguir trabajando por ellos.

De ese modo transcurren sus vidas, en medio del silencio y la calma de las montañas del Cauca.

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