A pesar de la intensa neblina, la lluvia y la hora, la movilidad en la vía de Tunja a Bogotá, parecía fluir. Era la madrugada del viernes, despuntaba el noveno día del Paro Nacional. Varias familias en un intento de hacerle el quite a los cierres y barricadas que los habían dejado atascados en el centro del país, osaron viajar de noche.
El peaje El Roble, el mismo que 48 horas atrás había sido incinerado, estaba desolado. Ningún funcionario de la concesión en la cabina de cobro. Un respiro y un gesto tímido de alegría. La vía parecía desocupada y además nadie cobraría el paso.
Dos kilómetros adelante se divisó una fila de camiones abandonados. Un automóvil color rojo se detuvo, bajó la ventanilla del conductor y le indagó al equipo periodístico de la Agencia de Periodismo Investigativo, API, que también transitaba el lugar, sobre qué hacer.
El director de la Agencia, Norbey Quevedo, conducía la camioneta de la Agencia API, junto a una periodista, pensaron en el regreso. A pocos metros se divisaba al lado de la vía, el municipio de Gachancipá. Entonces, el chofer del vehículo rojo ripostó y encontró espacio en la vía para seguir avanzando hacia Bogotá.
De esta manera zigzagueando, entre la berma y la calzada al centro y a la derecha, ambos vehículos comenzaron a avanzar. Luego de 500 metros de recorrido y cuando creyeron que habían logrado pasar, un grupo de hombres alzó las dos manos en señal de pare.
Preguntaron para donde se dirigían, si llevaban niños o mayores de 70 años o tenían alguna cita médica. Ambos conductores aseguraron que no. Los hombres encapuchados, en su mayoría jóvenes menores de 30 años, solicitaron documentos al equipo periodístico de la Agencia API. Cumpliendo los protocolos para la prensa, se identificó plenamente con carnets y explicó la labor informativa.
De inmediato los líderes de la protesta, verificaron los carnets y con linterna iluminaron la cara de los periodistas y señalaron: “pero están jovencitos” y obligaron a detener el vehículo. Uno de aquellos hombres de manera irónica, vociferó, !sigan, acá les tenemos parqueadero!, sus otros compañeros rieron con el comentario.
Los conductores de ambos vehículos, uno de la Agencia API y otro, el rojo, se sumaron al voluminoso grupo de automóviles, camiones y motocicletas del lugar que habían sido inmovilizados por los integrantes del paro. Media hora después de permanecer en el vehículo empezó la anónima labor periodística.
El equipo de la Agencia, descendió del carro. Recorrió la vía varios metros. Y empezó el trabajo de reportería con discreción. El conductor de un camión que transportaba flores hasta el aeropuerto narró lo que ocurría en ese punto de bloqueo. Una barricada, armada con llantas incendiadas, piedras y cerca de cuarenta hombres. Varios de ellos con vehículos y motocicletas sin armas visibles, que imponían su ley con cada carro que aparecía en la vía. Un palo, la capucha y el tapabocas a medio poner y chiflidos eran sus señales de identificación.
El transportador llevaba tres días allí, sin poder dejar la carga en su destino. Miles de flores con destino al aeropuerto, !eso ya está para botar, menos mal no son animalitos, porque que pesar!, advirtió.
Justo en ese mismo punto, el lunes 3 de mayo, los encargados del paro impidieron el paso de una ambulancia que desde Chocontá en Cundinamarca trasladaba a una mujer en trabajo de parto y su bebé prematuro, el niño murió, en medio del llanto de su madre y la impotencia del personal de salud.
En su infructuosa defensa, los responsables de las barricadas aseguraron a la Agencia API, que varias ambulancias habían intentado burlar el bloqueo llevando pasajeros a sus trabajos y no pacientes a las clínicas. Incluso hubo una que llevaba 18 pasajeros dentro.
El tiempo se hacía eterno y el frío no ayudaba. Los viajeros camuflados en sus vehículos casi no cruzaban palabra. Pocos se atrevían a salir de sus carros, el temor y la tensión se fusionaban en medio de la neblina.
Un hombre robusto de saco rojo con capota era quien daba las órdenes. ¿Qué pasó con la señora de 68 años?, le preguntó a quien parecía recibir sus órdenes, entre carcajadas respondió, ahí está, yo le dije que se había pifiado por dos años pues sólo estábamos dejando pasar a mayores de 70 años, que cuando los cumpliera regresara y pasara. Todos rieron del sarcasmo.
El conductor de otro vehículo que escuchó, prefirió subir la ventanilla. No quería oír más. “Esto me recuerda las pescas milagrosas de la guerrilla, cuando bloqueaban las carreteras durante semanas y el Estado, impotente no tenía cómo reaccionar, y ellos se mofaban de la gente con la seguridad de ser los dueños del tiempo y las circunstancias”.
El líder del bloqueo advirtió, !no, déjela pasar”. Uy como así, y yo esperando mi porción de pastel de cumpleaños, todos volvieron a mofarse, al tiempo que solicitaban prestado a un carro un bafle que ubicaron y amplificaron el sonido, en un cono de señalización con música de protesta y arengas contra Álvaro Uribe.
La madrugada avanzaba. A pesar del voluminoso grupo de vehículos atascados, en una de las principales vías del país, en el entorno de una de las zonas industriales más importantes del país y a pocos kilómetros de la hacienda presidencial Hatogrande, nadie se asomó en horas. Ningún policía, ningún soldado, ninguna autoridad.
Otro conductor de un camión retenido hace varios días también, contó que los responsables de la marcha llevaban horas bebiendo y que en un cambuche medianamente improvisado les entregaban de todo, desde alimentos hasta el pago de dinero aparentemente por su trabajo en las marchas.
También narró que a cada camión apostado en la vía, algo les habían pedido, pollos, papas, plátanos. Lo que fuera, “lo único que si les toca comprar es el café, porque quien va a llevar café en los camiones”, explicó.
Un habitante de la región aseguró que los líderes de las protestas no eran de la zona y señaló que varios tenían aspecto de indígenas que no había visto nunca en Gachancipá.
Uno de los organizadores del punto de paro aseguró a la Agencia de Periodismo Investigativo, API, que estaban manifestándose por el derroche de dinero por parte del presidente Iván Duque en camionetas, por la compra de aviones y elementos innecesarios.
Aprovechó para desmentir que recibieran dinero por estar ahí, aseguró que habían tenido problemas con ciudadanos venezolanos que habían intentado asaltar a los conductores atascados en la marcha. “Por eso les dimos una instrucción, si tienen un problema piten y nosotros vamos y sacamos al que sea”, comentó.
Mientras, el organizador del paro dialogaba con el equipo periodístico de la Agencia, API, un vehículo desatendió el retén y aceleró. De inmediato, dos sujetos se subieron en una moto y aceleraron para alcanzar el carro. Otro que lo intentó lo alcanzaron y llevaba tres días en el sitio como castigo.
El líder del punto ordenó comunicarse con el siguiente retén y poner en conocimiento que el automóvil que estaba próximo a llegar no tenía autorización de seguir. En cerca de dos kilómetros, se montaron cuatro retenes que garantizaban a los organizadores del paro que ningún vehículo pasara.
Esto en la vía Tunja-Bogotá, no obstante, por la calzada Bogotá -Tunja, luego del peaje del Roble otro grupo de manifestantes en el transcurso de día había hecho lo propio. Dos retenes en el sitio conocido como la playa, allí no solo detuvieron vehículos sino que se apropiaron de pertenencias y dinero de varios conductores.
La madrugada avanzaba. Estaban alerta y advertían a los retenidos que no se podían hacer videos o fotografías, quienes lo intentaban se exponían a perder su teléfono celular y eran reprendidos. En grupos de hasta seis encapuchados, se reunían para escuchar instrucciones. Seguían llegando vehículos y motocicletas, debían mostrar identificación, indicar de donde venían, para donde iban y justificar la gestión a realizar.
En su mayoría, y tras hacerse más larga la fila de vehículos, los organizadores silbaban, patrullaban con motos y vociferaban “parqueo”, para reiterar que no podían pasar y había que estacionarlos en la vía. Durante la mañana solo unos pocos pudieron pasar hacía Bogotá. Un vehículo particular con un adulto mayor, un médico, dos carros identificados como misión médica y un campero de la Cruz Roja que les dejó a los encapuchados una paca con gaseosas.
Pese al clamor, otros no tuvieron la misma suerte. Una mujer que tenia cita para la vacunación de su progenitora, otro que manifestó sentirse mal; “quédese quietico que aquí se demora, le dijo uno de los líderes del paro, entre otros, y cada camión que aparecía de inmediato era paralizado. Así varios con flores, pollos, plátanos y otros alimentos, llevaban tres días sin poder pasar.
En la larga fila, mujeres habitantes de Gachancipá, empezaron en medio de la neblina y el frio que aumentaba a vender tinto a $800 y empanadas a $1.200, a los conductores que entre preocupados y expectantes, compraban los productos.
Varios motociclistas sentados sobre llantas en la vía dispuestas para quemar, empezaron a increpar a los líderes de la protesta. Estos se agrupaban y también respondían con agresividad. Un motociclista contó como la noche anterior había llegado a la zona, dejó su moto en la vía, se hospedó en un hotel y regresó a las 4am, para poder pasar sin éxito. El desespero los empezó a cundir y cerca de 200 se estaban preparando para pasar en estampida.
De nuevo el líder del paro vociferó; ¨todos quietos, de aquí nadie se mueve”, mientras sus compañeros les prometían a los conductores que llegaban que la vía seria despejada ya no a las 6am sino hacía las 7 y 30 am.
Y de repente, a plena luz del día, entre llantas que se apagaban, motocicletas, palos, piedras y mensajes a los teléfonos celulares el líder de la protesta, revocó su propia orden y el paso se abrió. Recibió información que el Esmad venía a pocos kilómetros desde Bogotá y con otros uniformados de municipios anexos a Gachancipá.
Todo fue caos, vehículos y motocicletas arrancaron en estampida. De estas, pocos minutos después, los organizadores de la marcha pedían a los motociclistas gasolina en botellas de gaseosa dos litros para hacer bombas molotov y responder a la fuerza pública.
Entonces empezaron a aparecer los hombres del Esmad, luego tanquetas del Ejército, ubicaron además soldados en los puentes, en varias avanzadas para intentar confrontar a los manifestantes. Este viernes durante todo el día los enfrentamientos arreciaron incluso en la zona urbana de Gachancipá. Varios helicópteros y uniformados se tomaron la región. Algunos jóvenes fueron detenidos y se denunció que otros no aparecen.
Todo a tan solo 49 kilómetros de Bogotá, en la vía que conecta la capital del país con el norte y con gran parte de la despensa agrícola nacional.
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